¿Innovar o regular?

Las nuevas tecnologías y sus impactos exigen orientación y respuestas a problemas complejos y globales

Vivimos un momento de enormes transformaciones sociales, muchas de ellas producto de los avances tecnológicos generados a partir de la llegada de internet, que cambió radicalmente la forma en que las personas se relacionan, interactúan y hacen negocios.

Las transformaciones tecnológicas y sociales nunca han ocurrido a una velocidad tan acelerada, con la aparición de innovaciones disruptivas, que simplemente cambian, de la noche a la mañana, comportamientos o negocios, que ni siquiera la “Ley de Moore” podría predecir. Estamos en la era de la innovación a escala exponencial, donde la velocidad es enorme y los avances no tienen límite.

En 1965, Electronics Magazine publicó un artículo del entonces ingeniero estadounidense Gordon Earl Moore, quien se convertiría en uno de los fundadores del gigante de los procesadores Intel Corporation. En su momento Moore lanzó lo que hoy conocemos como “Ley de Moore”. Según el ingeniero, cada 18 meses se duplicaría la cantidad de transistores en un chip, manteniendo o disminuyendo el costo de producción, es decir, según Moore, cada 18 meses la tecnología duplicaría su capacidad, reduciendo su costo de producción.

Luego se aplicó la “Ley de Moore” para medir la velocidad de la evolución tecnológica. Sin embargo, con el paso del tiempo y la constante evolución computacional, la “Ley de Moore” quedó obsoleta, ya que los avances tecnológicos excedieron el tiempo de evolución predicho por Moore. Actualmente los avances tecnológicos se dan en un período mucho más corto que la citada ley, al fin y al cabo en menos de 15 años no podríamos ni imaginar avances como Google, Facebook, Smartphones, Whastapp, Netflix, Uber, Tesla, etc.

Si los científicos y académicos estiman un crecimiento exponencial en las leyes de la física y la ciencia, revisando reglas y conceptos establecidos desde hace mucho tiempo, es que en el mundo del derecho, los legisladores se han preocupado por la promulgación de nueva legislación que considere estos avances y la velocidad de transformación. ?

Culturalmente, en Brasil, buscamos regular lo más posible, siendo uno de los países con la legislatura más activa en la elaboración normativa, con el objetivo de “cerrar” las brechas y regular todas las variables imaginables, pero esta cultura es contraproducente, ya que la constante social la evolución hace que la ley de ayer, hoy ineficaz, sea un hecho aún más latente cuando se trata de aspectos tecnológicos.

Las Criptomonedas (Bitcoin) y Blockchain fueron los grandes temas del 2017, en el ámbito tecnológico y económico, dada la valorización y relevancia lograda, sobre todo, porque es una nueva tecnología que está revolucionando la forma de hacer negocios, controlando activos y, principalmente transferir recursos.

A pesar de ser una tecnología aún en desarrollo, ya que a cada momento aparecen novedades, en 2015, cuando poco se sabía de ella, se facturó esta tecnología a las millas aéreas, considerándolas meros arreglos de pago.

En menos de tres años desde que se presentó el proyecto de ley, la tecnología Blockchain y las criptomonedas han llevado a avances mucho más allá de su uso como arreglos de pago, lo que deja en evidencia que el impulso de la regulación, sin conocer todos los matices que provocan las nuevas tecnologías, puede perjudicar la economía del país. desarrollo.

En esta estela, aunque mucho hablar sobre la posible regulación de esta nueva tecnología en Brasil, poco se discute sobre cómo debe ser y hacia dónde debe ir la legislación en cuestión. Nos parece que regular prematuramente aspectos embrionarios puntuales del avance tecnológico no sería el mejor camino.

En un reciente debate promovido por el Ministro Vilas Bôas Cueva del Superior Tribunal de Justicia con profesores de la Universidad de Frankfurt, Alemania, en el que debatió sobre temas como noticias falsas y la protección de Internet, mucho se señaló sobre la regulación de las nuevas tecnologías, y la dificultad de elaborar un marco regulatorio rico ante la velocidad de las transformaciones tecnológicas. A pesar de no ser el eje del debate, los estudiosos se manifestaron en la línea de una legislación principista, más que exhaustiva, precisamente para no retrasar el potencial de transformación que posibilitan las nuevas tecnologías.

La política efectivamente adoptada por nuestra Legislatura con motivo del Proyecto de Ley 2.303/2015, sin embargo, demuestra un movimiento en dirección opuesta a las consideraciones realizadas por los estudiosos alemanes y, también, al proceso legislativo que resultó en el Marco Civil da Internet.

Aquí, es importante resaltar que desde sus inicios, hasta su efectiva regulación, 20 años después, la Internet -quizás el principal medio de comunicación, comercio e interacción entre las personas- se autorregulaba, o mejor dicho, era regulado caso por caso por el poder judicial, observando los usos y costumbres de la sociedad, hasta la aprobación de la denominado “Marco Servicio Civil de Internet” (Ley N° 12.965) en 2014.

Imagínese si, cuando apareció internet, hubiéramos prohibido su uso debido al control estatal en las telecomunicaciones. ¿Cuál sería el impacto de esto para la competitividad del país y para la sociedad brasileña?

Por decir lo mínimo, las empresas brasileñas - que generan innumerables empleos y crecimiento para el país - no podrían sobrevivir a la Era Digital, ya que desde 2000, 52% de las empresas en la lista de Fortuna 500 fueron adquiridas, perdieron relevancia o fracasaron como resultado de la evolución y crecimiento exponencial de la tecnología (Deloitte. en "Explorando el riesgo estratégico: una encuesta global”, 2013, PAGS. 3).

Así, nos parece que una eventual legislación, puntual y desconectada de los nuevos parámetros incorporados a la sociedad por las nuevas tecnologías, puede no sólo retrasar, sino colocar al país en una peligrosa posición de subdesarrollo.

Y en este punto, nuestro Banco Central se muestra muy maduro y coherente, al posicionarse con cautela sobre las “monedas virtuales” y la tecnología Blockchain, mencionando en el Comunicado nº 31.379, del 16/11/2017 que “la necesidad de regulación no ha sido identificada, a la fecha, por organismos internacionales”, y que en Brasil, por el momento, no existen riesgos relevantes para el Sistema Financiero Nacional. Nuestra autoridad monetaria también resaltó que se mantiene atenta a los acontecimientos, así como siguiendo las discusiones en los foros internacionales sobre la materia a los efectos de adoptar las posibles medidas, en su caso, observando las atribuciones de los órganos y entidades competentes. Y al final de la citada declaración, “afirma su compromiso de apoyar las innovaciones financieras, incluidas aquellas basadas en nuevas tecnologías que hacen que el sistema financiero sea más seguro y eficiente”.

Es cierto que antes el tiempo era más generoso en cuanto a reflexiones y momento decisiones sobre nuestros problemas, permitiéndonos incluso cambiar la dirección elegida sin la madurez necesaria. Hoy, por el contrario, nuestra capacidad de comunicarnos (inmediata y constantemente) acaba generando expectativas de decisión y acciones aún más rápidas, además de la necesidad de tranquilizar a la sociedad a través de la ley (legislar para obtener el fin último de la paz social).

Tales expectativas y necesidad chocan a veces, sin embargo, con el desconocimiento de todo el panorama fáctico necesario para comprender un determinado asunto, momento en el cual la prisa puede conducir a una regulación inocua e ineficaz.

Las nuevas tecnologías y sus impactos financieros y culturales exigen orientación y respuestas a cuestiones complejas y globales, que poco tienen que ver con talentos personales, y más con liderar un debate amplio, en torno a principios y valores compartidos por la mayoría de países y gobiernos.

Por eso, los debates sobre las nuevas tecnologías deben exigir amplitud, no sólo en profundidad y conocimiento, sino también desde diferentes perspectivas, como ocurrió en los debates legislativos que dieron como resultado el entramado civil de internet. Frente a toda una cultura de regulaciones largas y exhaustivas, la Ley n.º de usos y costumbres, permite el desarrollo del mundo virtual sin barreras legislativas.

En este contexto, la cautela es la mejor posición que pueden adoptar las autoridades públicas y la clase política ante los cambios derivados del progreso tecnológico. En otras palabras, la prudencia y la calma necesarias para profundizar en el tema y obtener una perspectiva amplia, una visión estratégica del cuadro complejo que se presenta y un sentido de dirección.

Que Brasil, por lo tanto, busque más principios y menos reglas, y comprenda que, a pesar de la diferencia de momento entre las transformaciones tecnológico-sociales y la política, lo más inteligente es abandonar enfoques específicos y crear una agenda política dirigida a ampliar y profundizar la comprensión de la complejidad fáctica que plantea la innovación tecnológica.

Fuente: JOTA

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